
Cafetería de especialidad
Proyecto y Dirección de Obra
155 m²
Palermo, CABA, Argentina.
2025
Una arquitectura artesanal para el café como ritual
Hobby es una cafetería de especialidad ubicada en el barrio de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires. Este es el segundo local que diseñamos para la marca, consolidando una identidad que combina lo artesanal, lo contemporáneo y lo sensorial. El primer local fue realizado en el barrio de Chacarita, en un entorno más rústico y con impronta de taller. En esta nueva etapa, la marca se inserta en la planta baja de un hotel boutique en Palermo, lo que impulsó una estética más refinada y contenida, sin perder su esencia artesanal.
La arquitectura, como en el café, se vuelve aquí un arte aprendido a través de la experiencia. Cada decisión del espacio refleja esa lógica: lo hecho a mano, lo único, lo imperfecto, lo efímero. El proyecto toma como marco conceptual el wabi sabi, la estética japonesa que encuentra belleza en lo irregular, lo desgastado, lo asimétrico. Así, desde el mobiliario hasta los revestimientos, todo en Hobby fue diseñado y construido a medida, por manos artesanas, sin repetir una sola pieza.
En este sentido, el espacio adquiere una cualidad museística, donde cada objeto —mesa, silla, lámpara o pieza cerámica— se presenta como una pequeña obra de arte, ubicada con armonía en el recorrido. El local invita a detenerse, a descubrir, a observar. La calidez del conjunto no compite con la singularidad de las piezas: al contrario, las acompaña y las potencia.

























































Cafetería de especialidad
Proyecto y Dirección de Obra
155 m²
Palermo, CABA, Argentina.
Hobby Malabia
2025
Una arquitectura artesanal para el café como ritual
Hobby es una cafetería de especialidad ubicada en el barrio de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires. Este es el segundo local que diseñamos para la marca, consolidando una identidad que combina lo artesanal, lo contemporáneo y lo sensorial. El primer local fue realizado en el barrio de Chacarita, en un entorno más rústico y con impronta de taller. En esta nueva etapa, la marca se inserta en la planta baja de un hotel boutique en Palermo, lo que impulsó una estética más refinada y contenida, sin perder su esencia artesanal.
La arquitectura, como en el café, se vuelve aquí un arte aprendido a través de la experiencia. Cada decisión del espacio refleja esa lógica: lo hecho a mano, lo único, lo imperfecto, lo efímero. El proyecto toma como marco conceptual el wabi sabi, la estética japonesa que encuentra belleza en lo irregular, lo desgastado, lo asimétrico. Así, desde el mobiliario hasta los revestimientos, todo en Hobby fue diseñado y construido a medida, por manos artesanas, sin repetir una sola pieza.
En este sentido, el espacio adquiere una cualidad museística, donde cada objeto —mesa, silla, lámpara o pieza cerámica— se presenta como una pequeña obra de arte, ubicada con armonía en el recorrido. El local invita a detenerse, a descubrir, a observar. La calidez del conjunto no compite con la singularidad de las piezas: al contrario, las acompaña y las potencia.
Una disposición pensada para habitar
El local se desarrolla en una planta baja de un hotel, con un retiro que separa la fachada de la línea municipal. Esta transición —presente también en el primer local— no solo conecta interior y exterior, sino que ofrece un espacio de encuentro informal, anticipando la experiencia desde el umbral.
La barra, ubicada lo más cerca posible del frente, se presenta como núcleo funcional y simbólico del espacio. Construida in situ en hormigón y tallada a mano, se asoma hacia la calle a través de un cerramiento de madera vertical que luego se libera en el interior. Sobre su superficie se disponen con precisión las máquinas de café Moodbar, los métodos filtrados y los accesorios de trabajo, seleccionados por su delicadeza estética y eficiencia operativa.
Materiales que cuentan una historia
La paleta elegida parte de una lógica de lo crudo y lo natural. Predominan los tonos neutros —grises, ocres, tierras— extraídos directamente de materiales en su estado original: hormigón, metales sin pintar, cuero, maderas macizas. No hay simulaciones ni imitaciones: cada materia es lo que es. La autenticidad formal se extiende también a las texturas, que se asumen con orgullo, sin ocultar imperfecciones ni marcas del trabajo manual.
Cada elemento fue diseñado exclusivamente para el proyecto: mesas, sillas, bancos, artefactos de iluminación, vajilla. Nada fue comprado hecho. Las mesas interiores combinan tapas de chapa negra pulida con variedad de discos y desgastes, de formas irregulares que permiten agruparse libremente, y cuyas bases son de hormigón martelinado. Los bancos, macizos de madera, mantienen esta idea de singularidad dentro de un conjunto: cada uno es distinto, pero todos se unen para ser uno.
La gran mesa comunitaria es una pieza única de madera de laurel, con borde natural y acabado a lustre. Su base curva de acero inoxidable genera un contrapunto material y formal: frío/brillante versus cálido/opaco. Las sillas que la acompañan, también en laurel, fueron construidas mediante encastres simples, exaltando la lógica del taller. En el resto del salón, sillas de madera de guindo, más refinadas y simétricas, rompen con la imperfección dominante para marcar un ritmo visual.
Un patio como refugio contemplativo
En el fondo, el patio extiende el recorrido con un lenguaje inspirado en los jardines japoneses: asimetría, vacío, contemplación. Tres grandes sillones de hormigón, dispuestos como rocas, definen una zona de estar inestable pero equilibrada. Los acompañan mesas de chapa sin pintar, con bases también de hormigón martelinado, que repiten la combinación de texturas rústicas y refinadas.
Bancos lineales de madera maciza de laurel ordenan el espacio desde su horizontalidad, mientras la vegetación acompaña con una lógica de estacionalidad: se eligieron especies como acer buergerianum, acer palmatum y nandinas, que cambian de color con el paso del tiempo, recordando que la belleza también es cíclica. Todo el patio invita al silencio, al estar, al detenerse.
Detalles que completan el relato
La gráfica del local se aplicó de manera sutil: tasas de chapa intervenidas artesanalmente en una pared interior, tipografías pintadas a mano en el piso, pequeños gestos que refuerzan la identidad artesanal. El isotipo de la marca se incorporó como una luminaria suspendida en el techo: una escultura de acero inoxidable y acrílico que emite luz indirecta y proyecta color al caer la noche. Fue desarrollada por un artista local, sumando una capa más al carácter único del espacio.
En los servicios —baños y cocina— una cortina metálica como recurso del primer local actúa como filtro visual y material, marcando un umbral entre lo público y lo privado sin perder continuidad espacial. El contraste entre texturas frías y cálidas vuelve a aparecer aquí como lenguaje común del proyecto.
Un espacio para el presente imperfecto
Este segundo local de Hobby no replica el anterior: lo expande, lo refina, lo desafía. Propone una experiencia que trasciende lo estético para convertirse en una forma de estar en el mundo: más lenta, más atenta, más sensible.
En tiempos de sobreproducción y estandarización, este proyecto abraza lo imperfecto, lo inacabado y lo efímero. Celebra la belleza de lo que cambia, de lo que no es igual a nada más. Porque en definitiva, como en todo buen hobby, lo importante no es el resultado, sino el buen modo de hacerlo.